sábado, 24 de enero de 2015

Saber drogarse

(Continuación de Ambulatorio)

Ya en la ambulancia sentado en una silla de ruedas, junto a un compañero de sus tres colegas que allí estaban con él, y bajo el influjo de un cuelgue de lo más descomunal, no se le ocurre nada más que pedir al conductor: -¿Oye, qué pasa? !Pon la sirena!- Su acompañante respiro aliviado mientras pronunciaba una sonora carcajada. -Ya está volviendo.- Pensó.

Llegaron a urgencias. Dos seguratas escoltaron su permanencia en el pasillo mientras comentaban entre ellos: -Otro colgao... si me dieran una peseta por cada uno que nos llega, sería rico. -Qué asco de gentuza. -Estos chavales no tienen futuro. -Putos toxicómanos...-

La espera en el pasillo no fue muy larga antes de que lo llevaran hacia una habitación. Lo tumbaron en la camilla y entró, este sí, un médico jovencillo con pintas de hippie. Una perillita de chivo rubia y mal afeitada, con gafas del estilo John Lennon, el pelo despeinado y una pulsera de mercadillo con algún atributo tribal colgante de su muñeca, complementaban el uniforme de bata blanca y bolígrafos en el bolsillo. No podía haber mejor candidato que este para atender semejante situación.

Su amigo le informó de lo sucedido. El médico hippie intentaba arrancar alguna información a su paciente alucinado, pero este era incapaz de responder. Le dio un zumo y una pastilla que no era más que un tranquilizante y dijo: -Te dejo aquí otro zumo, para que se lo vayas dando poco a poco. Si ves que empeora o notas algún cambio raro, dale a este botón y vendré en seguida. Si no pasa nada de aquí a un rato me pasaré a ver como va todo.- Las normas estaban claras, no liarla era la clave para solucionar aquel percal.

Aparecieron más colegas. Su estado iba mejorando, ya empezaba a soltar alguna que otra ida de olla típica de él. Entre profundos lapsus y tremendas locuras expresivas, le iban dando pequeños sorbos de zumo. -Me estoy meando.- Dijo. Le sacaron de la habitación y le llevaron al lavabo que estaba justo al lado. Acabó la meada y lo tumbaron de nuevo en la camilla. Volvía a caer en el más profundo de su infierno personal, pero cada vez en periodos de tiempo más breves. En uno de sus momentos "lúcidos" decía: -Claro... ¡eso es! Ahora todo encaja... ¿Es que no lo veis? Ha estado ahí todo el tiempo. Joder... ¡claro! -¿Qué estás diciendo?- Respondían sus amigos. Por lo visto entre la niebla que fundía sus sentidos más básicos, encontró la respuesta filosófica de la mismísima existencia y eso le producía tal satisfacción que contagiaba su optimismo al resto de la habitación. Ya empezaban a ver una salida y volvió a decir: -Me estoy meando.- Volvieron a acompañarlo. De nuevo en la habitación, ya se podía mantener una conversación medio clara con él. Ahora se generaba otro problema, ¿cómo salir de ahí y no dejar huella? -Me estoy meando.- Volvió a repetir. -Salieron de la habitación por tercera vez y por delante de ellos pasó una camilla rodeada de médicos. Un accidente de tráfico. Trasladaban a un herido a la sala de operaciones. La imagen del cuerpo inmóvil ensangrentado, fue el paso definitivo hacia el lado de la razón.

-Hola, ¿cómo va? -Pues bien.- Contestó, en la que fue su primera frase coherente desde la vuelta a este mundo. -Bueno, a ver... necesito el DNI. -No lo llevo encima. -Bueno dime nombre, apellidos, dirección...- Se lo dijo. Mientras redactaba el informe, los nervios empezaron a surgir. No querían que sus familias se enteraran de la movida que acababa de suceder. -Bueno aquí tienes. Ahora para casa a descansar y no quieras levantarte muy pronto ya que los efectos todavía permanecerán en ti varias horas.- Le entregó la copia del informe. Cuando ya la tenía en sus manos y la huida parecía haber sido todo un éxito, preguntó el medico: -¿Cuantos años tienes? -Diecisiete... ¡dieciocho, dieciocho!- Corrigió. Joder, entre la locura se le escapó la única cosa que debía permanecer en secreto. -No puedes abandonar el centro sin la autorización de tus padres. -¡Buah¡ Qué cagada hemos pegado.- El médico intentaba coger la copia de sus manos y él empezó a entonar un gracioso cántico mientras escondía el informe entre sus piernas: -No te lo doy, na na nana na. No te lo doy, na nana na na...- Menudo zumbao, le estaba vacilando al doctor en el peor momento. Consiguió arrebatárselo. -Bueno pues habrá que llamar a tus padres. -¿Y no puede firmar la autorización un familiar cercano suyo?- Apunto alguien. -Bueno en este caso, no deberíamos. Es un paciente menor de edad, bajo el influjo de sustancias alucinógenas... -¡Mi primo!- Exclamó. En aquel momento repasó a todos los colegas que habían venido con él al lugar. El único que tenía coche y en consecuencia era mayor de edad se haría pasar por su primo. -Mi primo, que está aquí fuera esperándonos con el coche. Será un momento, te firma y se hace responsable. -Bueno... vale, vale.- Entró el supuesto primo y le entregó el carnet de identidad. Joder, los apellidos no eran ni por asomo iguales, no tenían nada que ver. -A ver, que sepas que a partir de ahora este paciente queda bajo tu tutela. Si le pasara algo en las próximas horas serás el responsable asumiendo así todas las consecuencias. -Claro.- Contestó. Firmó el informe y salieron airosos de aquel tremendo percal.

Ya en el barrio recién amanecido, recordando toda la movida entre caras de acojone y alguna que otra sonrisa, se despidieron hasta dentro de unas horas.

Cogió su chupa y emprendió el camino de vuelta a casa. Mientras andaba intentando no darle vueltas a nada que tuviera que razonar más de dos segundos, un coche de policía apareció al final de la calle. Rápidamente pasó de ser algo desvanecido a lo lejos de la avenida a postrarse justo delante de él. -Hostia, la madera... solo falta que me paren ahora...- De pronto y sin previo aviso el coche patrulla que dos segundo antes permanecía sobre la linea del horizonte se subió a la acera y le barró el paso emitiendo un escandaloso chirrío. -¡Venga va!- Exclamó su sucia mente. Se bajaron dos agentes pistola en mano. -¡No se mueva!- Lo cogieron y violentamente lo empotraron sobre el coche. Empezó el cacheo mientras él decía: -¿¡Pero que pasa!?- Terminaron de cachearle y lo apartaron del vehículo. No llevaba nada encima excepto la copia del informe de urgencias plegado en media cuartilla descansando en un bolsillo de su Cruzada y que no encontraron. Aun con el brazo agarrado por uno de los agentes informaron: -Está bien, puede seguir, puede irse. -Joder, gracias...- Se soltó de la mano opresora con un brusco gesto. -Solo faltaba eso, la puta policía dando por culo a estas alturas de la historia.-

Llegó a casa ya de día, se metió en la cama y apagó.

Los efectos alucinógenos permanecieron en él varios días, incluso hay gente que piensa que esos efectos jamás lo han abandonado, algo cambió en él y lo acompañará el resto de sus días. De todas formas no era consciente de que había protagonizado una de las historias más geniales recordada por toda la pandilla. Eso era un mérito que pocos logran conseguir durante la vida de colegueo.

Saber drogarse, ahora se a que se refería.

7 comentarios:

  1. El último párrafo desvela el porqué ese cambio de tiempo verbal. El personaje del inicio de la historia no es el mismo que el que la acaba, debido a las circunstancias de la misma.

    Intenté hacer un pequeño guiño utilizando otro punto de vista referente al narrador, para acentuar más si cabe el efecto de los acontecimientos que iban sucediendo.

    No sé si logra ese efecto, al menos no desentona.

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  2. Me gusto mucho, creo que se que sustancia era, a no ser que sea alguna cosa de diseño que se me escape, jaja, cada día inventan mas ¿no sería el hijo de Hoffman? una pena que se salte la parte de ¿cómo acabo en una silla de ruedas esperando a una ambulancia? es importante ¿no podrías ampliarlo? gracias de todas maneras.
    Abrazo!

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    1. Este es el tercer capítulo de una fiesta descomunal que una vez tubo lugar en un barrio no muy lejano... Puedes ver las anteriores entradas en http://elpelusahurtado.blogspot.com.es o pinchando en el link que cuelgo al inicio del post.

      Gracias por el comentario y por la lectura. ¡Un saludo!

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  3. Cuando se tontea con drogas, nunca se sale airoso. Aunque así les parezca, que distinto se ve todo desde fuera.

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    1. Precisamente una de las razones del consumo de algunas sustancias estupefacientes es la incertidumbre que genera la expectativa de la reacción que generan.

      Y sí, que distinto se ve todo desde el lado de la cordura.

      Muchas gracias por comentar y por el tiempo prestado en la lectura. Un saludo.

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  4. ¡Genial historia!

    Seguro que los que la vivieron en primera persona, como observadores, también aportarían algún detalle pasado por alto.

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    1. Seguro que me he dejado varios puntos y seguro que estos son importantes, pero quien se acuerda...

      Gracias.

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